martes, 26 de octubre de 2010

Levitación y Telekinesis: reto al sentido común

Se ha hablado tanto de fervor místico de ciertos santos que levitaban ante la mirada perpleja de los testigos, que sería bueno saber si hubo algo de cierto en aquellos milagros, ya que se trata de fenómenos sucedidos en el pasado. Puesto que levantarse del suelo y vencer la fuerza de la gravedad sin ayuda de un soporte material va en contra de las leyes de la naturaleza, los científicos no han vacilado en afirmar que, en los casos de levitación de los que tanto se ha hablado, existía únicamente un acentuado sentimiento religioso que hacía sentirse a los santos como si volarán, siendo realidad que jamás abandonaron sus rodillas el suelo donde rezaban hincados.

Levitación y telekinesis van de la mano

Grabado inglés del año 1681, mostrando un caso de levitación sucedido entre gente no religiosa, de manera espontánea. Esta clase de fenómenos paranormales procuraba ser silen-ciada, porque se le asociaba con Satanás y la brujería. Mostrar discresión y no contar nada a nadie era la mejor manera de no ser enviado de inmediato a la hoguera. La telekinesis, también llamada psicocinesis, es un fenómeno paranormal que algunos aceptan sin hacer preguntas y otros rechazan por muchas explicaciones que se les den. El cine, lo mismo que docenas de novelas, se han ocupado de mostrar el lanzamiento de objetos pesados por parte de adolescentes víctimas de una intensa emoción, sin que los toquen físicamente.

Es lo que sucede en lo fenómeno conocido como poltergeist, que algunos timoratos han querido asociar con la intervención maléfica del demonio y han insistido en identificar con un exorcismo.

En 1515, se dice que el padre Francisco Álvarez escribió un curioso informe sobre algo que había visto en Etiopía cuando era secretario de la embajada de Portugal en ese país. En un monasterio situado en las montañas de Bidjian, copto por más señas, halló una capilla santa, en cuyo centro flotaba una vara dorada, larga de cuatro pies. Aquella vara era milagrosa: se encontraba allí desde hacía varios siglos, sin caer, sin moverse. Los peregrinos acudían a rendir adoración al objeto. El padre Alvarez, un varón tan serio como virtuoso, incapaz de mentir, afirmó a su regreso a Lisboa que no vio ningún truco para mantener en el aire el objeto.

Dos siglos más tarde visitó el monasterio el cirujano francés Charles-Jacques Poncet, que había tenido noticias de la vara milagrosa a su paso por El Cairo. Se desplazó a Etiopía para admirar la maravilla. Solicitó la autorización, al abad del monasterio, para investigar el milagro en busca de un engaño. Pasó una mano por debajo de la vara y luego por encima y por los lados. Pudo jurar que no estaba atada con hilos delgados a ningún sitio, ni sostenida de otra manera. Simplemente flotaba en el aire.

La vara seguía en el mismo sitio en 1763, cuando visitó el monasterio el explorador francés Guillaume Lejean. Después de él, nadie más volvió a verla. Desapareció por completo. ¿Deseaba el Abad que la capilla no se convirtiera en punto de atracción de visitantes curiosos y se llevó la vara, dando saltos, hasta un lugar secreto?

Estudios de telekinesis en la URSS

A partir de la última guerra comenzó a estudiarse en la URSS este fenómeno, gracias en parte a los actos realizados por una joven llamada Nelia Mijailova que había recibido en el frente un casco de metralla. Una vez recuperada, se dio cuenta de que podía mover los objetos sin tocarlos, siempre que no fueran muy pesados. Informo de sus facultades a los científicos. Un biólogo de la universidad de Moscú, Eduardo Naumov, fue el primero en estudiar el caso de Nelia, y a él siguió Genady Sergeyev, del instituto Utomski de Leningrado, quien realizó algunas pruebas con un electroencefalógrafo. Vio que cuando realizaba aquellos actos de telekinesis se creaba un poderoso campo magnético en torno al cuerpo de la joven, así como comprobó que el ritmo cardíaco subía de manera sorprendente.

Por más importante que Nelia sería Nina Kulagina, cuyos extraordinarios dones fueron descubiertos en la década de los 60. Su esposo se había dado cuenta de que los objetos pequeños se movían al pasar ella por su lado. En el país había nacido gran interés por investigar los fenómenos paranormales, a partir de Nelia Mijailova y, sobre todo, de Rosa Kuleshova y la visión paraóptica. El 1967 se filmó a Nina Kulagina en acción y se dio a conocer la película en todo el mundo. Pero no se aceptó como prueba. En el cine abundan los trucos.

La película mostraba un cigarro moverse sobre una mesa, abrirse una caja de fósforo y esparcirse éstos, agitarse por sí sola la aguja de una brújula. Por otra parte, la mujer poseía dotes telepáticas y podía provocar quemaduras a las personas y quemar un papel sin tocarlo. Viajaron a Leningrado los científicos para ver a Nina en acción. Pero incluso así, se negaron a aceptar el fenómeno.

Tocó el turno de ser estudiado a Boris Ermolaev, con quien la universidad de Moscú realizó curiosas experiencias a partir de 1973. Concentraba su atención en un objeto, hacía que se elevara y lo mantenía inmóvil en el aire. Sujetaba una pelota de ping-pong con las dos palmas, separaba las manos y la pelota seguía fija donde la había tenido. Los científicos dijeron de Boris que era capaz de crear un campo gravitacional, pero sólo eso.

Estos actos han sido realizados también por algunos médiums del siglo pasado, entre ellos Eusapia Palladino y el escocés D. D. Home A este último le resultaba muy sencillo elevar una mesa o sentarse en una báscula y perder peso. O mantener objetos en el aire, sin tocarlos.

Ahora bien, si se acepta la posibilidad de que una persona dotada pueda mover cualquier objeto no demasiado pesado, por la sola acción inmaterial del pensamiento, ¿por qué no aceptar que pueda suceder lo mismo con un cuerpo humano ejerciendo sobre sí mismo esa fuerza inexplicable? En ocasiones, un acto de levitación era en realidad un símbolo: el de un elevado acto moral. Así debió suceder en el caso relatado en la obra china Shen Hsein Chuan, escrita en el siglo IV d.C. Narraba lo sucedido al imprudente. Liu An, que echó a volar después de tomar cierto líquido milagroso. Habiendo dejado abierto el frasco, varios animales que lamieron el líquido derramado echaron a volar. ¿Acaso se refería lo sucedido al saber, que puede elevar a los seres por encima de ellos mismos?

Tal vez pudo ser sólo una imagen poética y filosófica, como lo fue también la escena representada en un cuento budista Jataka: un hombre introducía en su boca una piedra mágica que le concedía al instante la facultad de volar. Y el filósofo neoplatónico Jámblico, quien vivió en el siglo IV d. C., como el imprudente Liu An, gozaba de merecida fama entre sus contemporáneos por la facilidad que tenía para elevarse hasta media vara por encima del suelo, cuando le venía en gana. ¿Se trataba también de un acto simbólico, relacionado con el poder que concede a los hombres el conocimiento?

Los doscientos santos que volaron

Curiosamente, casi todos los casos de santos que levitaron se produjeron entre los siglos XVI y XVIII. En el siglo XVII le tocó a José de Cupertino protagonizar unas levitaciones que lo tenían contra el techo durante unos minutos o bien unos vuelos que le obligaban a asirse a los muebles para intentar evitarlos. Este grabado francés de San José de Cupertino pertenece al siglo XIX.Se ha logrado reunir más de 200 ejemplares de santos que levitaron en algún momento en su vida, y casi todos sucedieron en los siglos XVI al XVIII. A partir de entonces, disminuyeron en números estos actos, de manera apreciable, como si los santos de antes fueran más y mejores que los de ahora. Se conoce un caso muy curioso sucedido en la Nueva España del siglo XVIII; el venerable Antonio Margil, un franciscano, en cierta ocasión, ante los ojos maravillados del padre Jerónimo García, se puso a dar vueltas como un planeador, los brazos en cruz, en el techo del convento.

Merece la pena recordar la historia de José de Cupertino, también otro clásico de levitación que vivió en el siglo XVII en Asís, patria de San Francisco. Al principio se molestó al darse cuenta de que podía volar y tenía que aferrarse a los muebles, pero se fue acostumbrando, y finalmente ayudaba con sus dones a quienes necesitaba llevar un objeto a lo alto de su convento.

Una vez fue observado por el embajador de España. El santo se había arrodillado para rezar y, al dirigir la mirada a la Virgen, y ante el asombro del diplomático, se elevó hasta pegarse al techo. Allá arriba se mantuvo durante unos minutos y fue a descender después, lentamente, como un papel que se deja caer.

Cuando Santa María Magdalena de Pazzi caía en trance místico, sentía elevarse y si alguien le hablaba entonces contestaba ella gritando que no la importunaran. Sin embargo, no se había movido de su sitio. Seguía de rodillas junto a las otras monjas. No obstante, el 3 de mayo de 1592 entró corriendo a la Iglesia y se elevó hasta una cornisa situada a ocho metros del suelo. Tomo en sus manos el crucifijo que colgaba del cuello y lo besó. Después, secó el abundante sudor del cuello con el velo.

En el mismo siglo vivió en Italia San Felipe de Neri, que a pesar de su avanzada edad, su delgadez y su frugalidad sentía tal calor, incluso en invierno, que debía abrir una ventana. El cardenal Crescenzi le tomaba la mano y tenía que retirarla de inmediato. Sentía además un gran calor en la garganta, que siempre coincidía con sus actos de levitación. También santa Catalina de Génova, hija de Jaime Fieschi, virrey de Nápoles y contemporánea de Maquiavelo, sufría fuertes ardores en el momento de sumirse en el trance místico y levitar (o creía que levitaba). Sentía tal calor que su piel no podía resistir ningún contacto, ni aún el de su propia ropa. Este y otros síntomas correspondían a un estado agudo de hipertiroidismo, o funcionamiento exagerado de la glándula tiroides.

En 1699 murió la venerable Serafina de Dios, religiosa en el convento de carmelitas de Capri. Cuando se arrodillaba para rezar irradiaba de su rostro una luz y brillaban sus ojos. Si alguien la tocaba se quemaba, incluso en invierno. La religiosa decía que a veces la consumía un fuego interior y que le hervía la sangre. También esta mujer santa levitó en alguna ocasión. Lo más asombroso de esta Serafina fue que murió exhausta, de tantos calores, y 24 horas después de su muerte conservaba el cuerpo tal calor que quien pusiese una mano sobre su corazón tenía que retirarla enseguida.

Más adelante se verá que este fenómeno aparecía a veces acompañado de un halo. Ahora sé vera el caso de a más famosa de las santas que levitaron. Se trata de santa Teresa de Ávila. En años pasados, quienes vieron una excelente serie de Televisión Española sobre la vida de esta santa se quedaron con las ganas de verla elevarse del suelo, ¿Es que no realizó las proezas de las que tanto se habló en el pasado?

Se dice que Teresa de Jesús había sabido mantener su habilidad en secreto, con la complicidad de algunas religiosas del convento. Estas se aterrorizaban al ser testigos de algo que iban más allá de su capacidad de comprensión. Pero un día vino a descubrirse todo, y así lo explicaría ella en sus memorias. En cierta ocasión, durante una misa que celebraba el obispo Álvaro de Mendoza, descendió éste del altar mayor seguido por sus acólitos y se dirigió a un orificio en el muro, al otro lado del cual desfilarían las religiosas para recibir la hostia.

En el momento de arrodillarse Teresa, una expresión de felicidad celestial apareció en su rostro, a la que siguió un grito de pánico. En el momento de recibir la hostia se elevó en el aire y fue a desaparecer allá arriba. La santa intentaba resistirse cuando sentía que los pies dejaban de tocar el suelo. Al principio se asustó terriblemente y lo mismo sucedió a las otras monjas al verla, pero decidieron al final aceptar la irremediable. Si Teresa tenía que elevarse en el aire, era porque Dios así lo había ordenado.

No hace falta ser santo para levitar

Uno podría pensar que sólo los santos hallándose en pleno éxtasis místico –y sufriendo en ciertos casos de hipertiroidismo- han poseído la facultad de levitar. Sin embargo, no siempre ha sido así. Apenas en 1951, cierto E. A. Smythies, consejero británico en el Gobierno de Nepal, vio a un joven levantarse medio metro del suelo, sin que hubiera truco de por medio, y caer pesadamente al suelo. El fenómeno de repitió varias ante las miradas perplejas del inglés. Averiguó más tarde que el acto de levitación lo realizaba el nepalés con relativa frecuencia, sin poder evitarlo.

¿Era un poder misterioso, desconocido por el joven nepalés, incontrolable, el que decía elevarse en el aire? ¿Existen casos en que un ser humano normal y corriente pueda realizar este acto a su antojo? El Surya Siddantha, libro sagrado de la India, explicaba que los Siddhas, adeptos de ciencias avanzadas, podían volverse ligeros o pesados, a voluntad. Y de todos es conocido el ejemplo de los faquires, que también pueden levitar, de acuerdo con la tradición y los testimonios ocasionales.

¿Puede levitar cualquiera que se lo proponga? En 1977, el Maharishi Mahesh Yogi decía que tal cosa es posible cuando existe una perfecta coordinación mente-cuerpo y daba consejos para conseguirlas. De acuerdo con las enseñanzas del Patanjali, texto donde se resumen las prácticas del yoga, es preciso, para levitar, seguir estos puntos: primero, el sujeto debe fijar su atención en un objeto cualquiera; segundo, mantener largo rato esa concentración, olvidando lo que no sea ese objeto; tercero, seguir concentrado en el objeto. El sujeto está finalmente listo para levitar.

Después de echar una rápida ojeada a lo que hicieron algunos santos católicos y ascetas de la India, no habrá más remedio que acercarnos a uno de los médiums más prodigiosos de todos los tiempos. No podía seguir más tiempo hablándose de los fenómenos paranormales sin dedicar un amplio espacio a Daniel Dunglas Home.

Demostró poseer desde la niñez fabulosos dones

En el cementerio de Saint-Germain- en Laye, cercano a París, hay una tumba con una cruz de mármol blanco con esta inscripción: “Venid a mi los que está fatigados y yo les daré consuelo”. En la parte inferior puede leerse otra leyenda: “Daniel Dunglas Home. Nacido a la vida terrestre cerca de Edimbundo, el 20 de marzo de 1833. Nacido a la vida espiritual el 21 de junio de 1886. A otro corresponderá discernir a los espíritus.

En la familia Home, los poderes extrasensoriales habían sido hereditarios. El tío Machenzie y la madre de Daniel eran videntes. Era natural que el pequeño manifestará dones sorprendentes: a la edad de cuatro años describió a su madre la muerte de una prima. Al confirmarse la noticia, dos días después, la señora Home se asustó. Vio con temor que su hijo superaba al resto de la familia. Por aquellos días, y en vista de que las cosas no iban demasiado bien en la casa, aprovechó el ofrecimiento de una tía que iba a Estados Unidos para confiarle al niño.

A la edad de trece años hizo amistad con un muchacho de nombre Edwin con quien solía leer la Biblia. Convinieron que el primero en morir avisaría al otro. Una noche del mes de junio de 1846, Daniel despertó al sentir la presencia de alguien, al pie de su cama. Era Darwin, rodeado por una aureola luminosa. Sonrió a Daniel y desapareció. La mañana siguiente, Daniel dijo a sus tíos que Edwin acababa de morir. Al confirmarse la noticia, los tíos se trastornaron. A esto siguieron golpes en las paredes y muebles, sillas deslizándose por sí solas por el piso, objetos volando. Era demasiado. Los tíos creyeron que el demonio se había posesionado del sobrino y, sin esperar más, lo echaron de su casa.

Daniel inició entonces una vida errante, por todo el país. En su presencia se movían los muebles más pesados, y el muchacho se elevaba también en el aire. Entonces se encontró con Mrs. Hayden, una médiums muy conocida.

Comienza a adquirir fama de psíquico

Cuando conoció a esta mujer acababa de cumplir 18 años. Ella intuyó en el joven facultades extraordinarias y lo invitó a mostrarles antes los médicos y profesores de la universidad de Harvard. El siguiente año se presentó en el Primer Congreso de Espiritistas, celebrado en Cleveland, y tuvo ocasión de realizar por primera vez en público un acto de levitación. Ya no temía, como al principio, el riesgo de la caída. Sabía subir y bajar ya a su antojo. Además hacía sonar las campanas a distancia, tocar un acordeón y practicar la elongación.

Regresó en 1855 a Inglaterra, enfermo de tuberculosis. Creía que el clima de este país sería más sano para él. La acogida que le dispensaron en Londres fue entusiasta, tanto que Home olvido su enfermedad y siguió prodigándose. William Cox, dueño del hotel donde se hospedaba, se interesaba en el espiritismo y el ocultismo. Para sorprender a este Cox, Home hizo aparecer un botellón de vino de la nada. Impresionado por lo que vio, Cox organizó una velada a la que invitó a Lord Brouham y a sir David Brewster, físico bien conocido. Brewster informaría más tarde a un periodista que vio moverse una mesa, sin que nadie la tocara, y elevarse en el aire.

Cierto Williams White fue a visitar a Home más tarde. Quería invitarlo a acudirá una mesa de Islington, donde lo esperaba una docena de personajes interesados en la metapsíquica. A Home le molestó ver tanta gente. Solían molestarle las muchedumbres. Corrieron las cortinas y encendieron unas velas. Home pidió a los presentes unir las manos. En cosa de cinco minutos oyeron golpes en la mesa, en el piso y en los muros. Home pidió un acordeón y en cuanto lo depositaron sobre la mesa se puso a tocar por sí solo.

Una de las personas tenía la frente cubierta de sudor. White le preguntó si se sentía mal. El hombre contestó que acababa de sentir que alguien le tomaba la mano, igual que hizo su padre al morir. En aquel momento surgió una mano del pecho de aquel hombre y segundos después otro testigo lanzó un grito de terror y se levantó tirando la silla. La misma mano se deslizaba sobre sus cabellos.

Los portentos sucedidos en Francia

En 1857, Home viajó por primera vez a París, invitado por Napoleón III, tan interesado como su esposa Eugenia de Montijo en los misterios del más allá. Home encontró un gentío a su arribo a la corte. Declaró que sus actos no eran espectáculo teatral. Napoleón III comprendió. Mandó a salir la concurrencia y se quedó solo, con su mujer y algunos íntimos. Pudieron ver entonces cómo Home levantaba sin esfuerzo una mesa. Materializó a continuación una mano que apoderó de un lápiz y escribió en un papel la palabra Napoleón. El emperador examinó la palabra y vio que era la firma auténtica de Napoleón Bonaparte. Estaba entusiasmado con las maravillas realizadas por su invitado. Sin embargo, no todos en la corte estimaban al escocés. Y aprovecharon un descuido de éste para lograr su destierro y probar que era un farsante.

Sucedió en la ciudad veraniega de Biarrits –bastante más agradable que Dieppe, donde habían coincidido Home y la pareja imperial-, cuando el barón Morio de L´Isle tenía a su cargo el manejo de las luces. La emperatriz, en el curso de la sesión en que se invitó a comparecer a Luis XVI y a Carlomagno, sintió una mano suave y perfumada acariciar su rostro. Lanzó un grito. El barón se apresuró a encender la luz. Vino a descubrirse que la mano fantasmal era en realidad el pie descalzo de Home paseando sobre el cuerpo de Eugenia.

A pesar de defender la emperatriz al Médiums, éste tuvo que abandonar Francia. Viajó a Italia, país que tuvo que dejar también atrás, después de ser acusado en Florencia de ser un nigromante que utilizaba los sacramentos de la Iglesia para obligar a los muertos a abandonar sus tumbas.

Ser médium resulta a veces buen negocio

Home no pedía nunca dinero por presentarse ante la gente interesada, pero le parecía muy razonable aceptar obsequios, como relojes de oro, tabaqueras valiosas y joyas cuya venta le permitía sostener una vida lujosa. Pero, al aparecer, quiso sacar partido de una viuda y le resultó muy caro.

En 1866, de regreso a Londres, fue objeto de un proceso que perjudicó grandemente a su reputación. Cierta Mrs. Lyon, de 75 años de edad, había entrado en comunicación con el alma de su difunto esposo, gracias a Home. El difunto aconsejó a su viuda adoptar el médium y legarle su fortuna. No solo obedeció la dama la orden venida del más allá, sino que hizo entrega además de 30.000 libras esterlinas al médium. Pero se arrepintió de su generosidad -o alguien que deseaba también esa suma se lo aconsejó- y se dirigió a la policía para relatar lo sucedido. El juez condenó a Home a devolver la suma y lo metió entre rejas.

En diciembre de 1868, Daniel Dunglas Home iban a realizar, olvidada la peripecia de la viuda, el más extraordinario de sus actos, ante varios distinguidos testigos. Gracias a ello recobraría el prestigio perdido. En primer lugar agarró sus carbones encendidos de la chimenea y se los echó a la boca. Los masticó como si fueran bombones. Otra experiencia increíble sería la de levitación que se convertiría en clásica de este fenómeno.

Salió por una ventana y regresó por la otra

Sucedió el 13 de diciembre en la presidencia Ashley, en Victoria Street, y fue presenciada, entre otros, por sir William Crookes (1832-1919), insigne físico inglés descubridor de los rayos catódicos y primero en aislar el tantalio. En 1874 escribió un artículo para el Quaterly Journal of Science en el que decía haber visto a D. D. Home alzarse en tres ocasiones del suelo.

Lástima que este sabio, que había estudiado con admirable seriedad los fenómenos metapsíquicos, cayera más tarde en extremos ridículos, que invalidarían sus declaraciones. Resulta que se enamoró, a sus cuarenta y tantos años, de un fantasma que se hacía llamar Katie King, joven encantadora que murió a la edad de 23 años en tiempos del rey Carlos II. El espíritu de la difunta había aparecido antes Crookes por conducto de Florence Cook, médium de gran belleza pero tan deshonesta como amiga de gastar bromas a los ingenuos.

Otra velada importante fue la celebrada la noche del 16 del mismo mes en la residencia de Lord Adare, en el número 5 de Buckingham Place. Acompañaban al aristócrata su amigo Lord Lindsay y su primo el capitán Charles Wynne. En aquella ocasión, Home cayó en trance y por sus labios se expresó el espíritu de Adah Mencken, actriz recién fallecida que habían conocido bien Home y Lord Adare. Una silla se movió sola. Wynne y Lord Lindsay tuvieron la sensación de que un ser invisible había penetrado en la sala y tomando asiento en la silla. El médium comenzó entonces a hablar, con voz sepulcral. Pidió a los testigos no abandonar sus asientos y que nada temiesen, viesen lo que viesen. A continuación, Home se elevó lentamente en el aire, se dirigió a una ventana abierta y salió por ella, los pies por delante, a pesar de que el aposento se encontraba en el tercer piso.

Segundos después se detuvo frente a una ventana del segundo piso, mientras los testigos se asomaban a la calle y contemplaban el increíble espectáculo. Home estaba golpeando con los pies los cristales de la ventana. Se abrió ésta y penetró en la habitación. Se puso pie y tomó asiento en un sillón. Después de una breve pausa regresó al tercer piso, volando también. Tenía un aspecto de cansancio profundo y se expresaba en una legua que ninguno de los tres hombres conocía.

¿Eran tan sólo un ilusionista excepcional?

Sir William Crookes declaró que Home poseía una singular fuerza psíquica. Charles Darwin, que estaba de moda desde que lanzó su teoría revolucionaria de la evolución, se mostró en cambio muy prudente. No se mostró partidario ni enemigo del médiums. El antropólogo Francis Galton afirmó que Home no era ningún charlatán, y de igual manera se expresarían el matemático August Morgan y el escritor ruso Leon Tolstoi.

Michael Faraday, descubridor de la inducción electromagnética, quien vio en alguna ocasión a Home realizar una experiencia, declaró en cambio que era sólo un hábil ilusionista. Y esta opinión fue compartida por el poeta Robert Browning. ¿Y qué opinaba Daniel Dunglas Home al respecto? Cuando le preguntaban por qué era un caso excepcional, contestaba algo que posee una enorme lógica: a los que, en el pasado, habían sido como él, los habían quemado en la hoguera, por brujos.

¿Era una farsa los poderes de Home? ¿Sería, como él decía, algo que abundó en otros tiempos y que se fue perdiendo a causa de las persecuciones sufridas por esa gente a quien se consideraba poseída por Satanás? ¿Sólo en casos de enfermedad o de mal funcionamiento de un órgano se manifiesta estas facultades tan fuera de lo normal? Recuérdese que si Edgan Cayce se convirtió en profeta fue porque en su niñez recibió un fuerte pelotazo en la cabeza, y que si Peter Hurkos poseía dones muy especiales se lo debió al golpe sufrido en la cabeza de resultas de una caída.

Daniel Dunglas Home había sufrido de tuberculosis desde su infancia. Es decir, que su sistema nervioso era sumamente delicado. Y el hecho de prodigar en exceso sus agotadoras experiencias a lo largo de tantos años, sumado a su salud precaria, lo condujeron a la tumba siendo todavía joven, a la edad de 53 años.

1 comentario:

  1. VARIOS DE LOS CASOS AKI EXPUESTOS SE PUEDEN EXPLICAR POR MEDIO DE EL FENOMENO DEL ELECTROMAGNETISMO Y *LEVITRONICO*

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